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EL ULTIMO KE ZIERRE EN LA VACA DE PONFERRADA
// León // Música

Un crítico tan acerado como Juan Ramón Jiménez mostró gran ternura (llevado quizá por su famosa galantería) en la necrológica que dedicó a la escritora venezolana Teresa de la Parra, en El Sol el 24 de mayo de 1936. Al saber de su muerte, el poeta elogia la persona y la obra de esta «blanca pasajera fugaz», y narra con emotiva elegancia su última madrugada, ayudado por el testimonio de la cubana Lydia Cabrera, inseparable amiga y colega de Teresa de la Parra, presente cuando la tuberculosis acabó con sus días en aquel Madrid prebélico, el 23 de abril de 1936.

El obituario se incluyó en los Españoles de tres mundos que la mítica Losada bonaerense editó en 1942. Situada entre los Internacionales y solitarios de aquel libro de «caricaturas líricas», dice Juan Ramón: «Teresa de la Parra, venezolana de origen español (valenciano y vasco), nos deja escrita en claro español su voz verdadera. En su expresión poética narrativa se funden lo lírico y lo irónico en una delicada y graciosa lengua natural». En efecto, airosa gracia, ironía no exenta de lirismo y, sobre todo, naturalidad son constantes que la crítica ha destacado en la prosa de Ana Teresa del Rosario de la Parra y Sanojo, nacida el 5 de octubre de 1889 en un París que estrenaba Torre Eiffel para la Exposición Universal.

Su azaroso nacimiento en la capital gala acaso fue semilla de su nómada vida, digna de un biopic con escenas en Caracas y las haciendas familiares de Venezuela, el internado infantil en Godella (Valencia), Cuba, Colombia, Panamá, Alemania, Suiza, Italia, el sanatorio de Fuenfría Guadarrama... lugares donde residió o que visitó, a menudo por quehaceres literarios, pero también en desesperada búsqueda de curación.

El viaje es, precisamente, la esencia de este Diario de una caraqueña por el Lejano Oriente, que apareció en 1920 en la revista Actualidades, dirigida por Rómulo Gallegos. Si bien la mayoría de los cuentos que Teresa de la Parra venía publicando desde 1915 en revistas francesas y venezolanas eran de corte fantástico, el material autobiográfico más o menos directo alimenta su narrativa.

El lector de este Diario de una caraqueña por el Lejano Oriente notará ese «criollismo universalizado» de Teresa de la Parra ya desde el mero nivel léxico: las voces localistas se cruzan con el extranjerismo más esnob de intención irónica, muestra de esa dualidad de esta escritora que, sin perder raíces caribeñas, entronca con la literatura de viajes francesa tan en auge a principios del siglo XX (Cendrars, Morand...), según ha atinado a ver la profesora Paulette Patout.

Coloque, pues, su equipaje. Acomódese en su camarote o departamento preferido, o salga a cubierta... y disfrute de estas deliciosas y elegantes páginas de travesía que cruzan Estados Unidos, navegan por el Pacífico, recalan en Hawái, visitan ciudades de Japón y China...Aquí tiene un pasaporte