El título es atractivo, pero confuso, paradójico. Las instrucciones de Parreño están hechas de deseo más que de realidad: “Como un orfebre lima una medalla / estoy atareado en olvidarte. / Sé que hacerlo es urgir mi vejez, / adelantar lo que de todas formas me iba a traer el tiempo (…) / Sé también que (…) / este olvido (…) un día borrará tu nombre, tu historia, este poema. / Pero hoy necesito fundar una distancia entre los dos, / fundar un laberinto / para perder tu boca y tu memoria”.

La disposición de los poemas retarda acertadamente el efecto que ellos por sí solos buscarían, abriendo el volumen aquéllos más apasionados, que no impiden intuir desde casi los primeros versos que rebotan en el papel desde la pared de la desolación. El oferente dedica collares hechos de auroras, de lágrimas; regala lluvias; y reconoce que nada de lo que vaya a venir le bastará “para ser feliz un solo día” si la persona amada no le está amando.

El empeño no garantiza resultados, pero sí sobrellevar la dureza de los acontecimientos: “Han pasado los años / y he aprendido a vivir con tu recuerdo / como un viejo sudor / que no puede limpiarme el dorso de la mano”. Los últimos poemas nacen del sueño de la victoria que destroza. “Yo que borré las huellas dactilares de mis manos / para hacer más suaves las caricias / hoy las tengo desolladas de adioses”. Sorprende la madurez innata de Parreño, quien puso en palabras sentimientos no fáciles de atrapar a los veintitrés años: el libro salió en Rialp en mil novecientos ochenta y uno.

Una primera reacción sería desear estar en la piel de la persona receptora de tanta devoción, pero mejor sería estar en la del amante, en la del escritor. Para sentir así, explicar así, dedicar así.

El peligro de Instrucciones para blindar un corazón es leerlo en un estado emocional delicado porque crea una atmósfera completamente opresiva. Entre el deseo de olvidar y la certeza de que el tiempo se convertirá en aliado pasa el río del abatimiento profundísimo. Es entonces cuando el desamparo escribe convertido en musa: “Provocaría un escándalo si dijera de qué forma te quiero”. Capaz de hundir en la miseria, debería llevar una pegatina en la portada, igual que algunos discos: ‘Advertencia: contiene lenguaje explícito’.