Hay que aprovechar el tiempo, incluso, trabajando. Los hay que aprovechan los minutos de asueto para leer una páginas de la novela que tienen entre manos. Rafa López, del DA2 de Salamanca, lee hasta cuando hace gimnasia. Cuenta María Asunción Mateos, la viuda de Rafael Alberti, que el poeta gustaba de leer al aire libre. Belén Rueda lo prefiere hacer en su sofá, calentita y con una cocacola. Fernando Cayo, sin duda, elige la cama, mientras que el escritor José Manuel de la Huerga lo hace en su buhardilla y de madrugada, para tentar a las musas. Los hay más convencionales y se quedan en su sillón como Antonio Colinas, o incluso los hay privilegiados a los que les permiten hacerlo en su trabajo. Todos tienen su lugar preferido de lectura y Enclave Revista y la Fundación Germán Sánchez Ruipérez te lo cuentan. Ahora queremos saber dónde lees tú.

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