Luis de Horna nació en Salamanca en el verano de 1942. Su padre, fotógrafo, y su madre, pintora, además de los jesuitas de Carrión de los Condes (Palencia) pronto inculcan el gusto y la sensibilidad por el arte. Fue en 1954, durante unas vacaciones, cuando le regalaron unos pinceles y pinturas. A partir de entonces Luis de Horna no cesará la que ha sido su profesión y su pasión durante toda su vida: la pintura.

Desde julio de 1960 y durante dos años, vivió en Londres. Allí se sintió deslumbrado por los Picasso o Magritte que podía ver en directo. Catedrático de Didáctica de la Expresión Plástica, se ha especializado, en cierto modo, en la actividad de ilustración de libros.

En esta entrevista en profundidad desde su casa-taller en Salamanca, el artista habla de sus inicios, de su amplia trayectoria, de la importancia de la ilustración en su carrera o de que “no todo vale” en el mundo del arte contemporáneo. Asimismo, De Horna, profundo cristiano, asegura que aunque “no es políticamente correcto hacer arte religioso” a él le da “igual” y ahora planea ilustrar el Libro de Daniel de la Biblia, un “proyecto costoso y largo, para desarrollar en tres o cuatro años”. Y hablando de arte religioso, el salmantino se muestra encantado de que una pintura suya forme parte del casi de centenar de pizas que dan vida a la exposición ‘Passio’ de Las Edades del hombre de las dos Medinas.

El artista salmantino concluye este encuentro con Enclave Revista desvelando su lugar secreto: una capilla que él mismo ha construido y que supone un lugar de sosiego, oración, lectura y meditación.