Galería // Jesús Amigo, el pintor que retrata el alma
Jesús Amigo, el pintor que retrata el alma
El pintor riosecano con su depurada técnica hiperrealista va más allá del retrato y capta la esencia de personas y paisajes
Nos conocemos desde niños, lo que me autoriza a opinar impunemente sobre él y sobre su inquietante obra pictórica.
Jesús Amigo –Leto para la familia– era un niño tímido y callado con unos enormes ojos castaños con los que miraba el mundo de una forma especial, en silencio. Pero silencio, precisamente, no era lo que había en su interior. En su interior había –ya no me cabe ninguna duda– una implacable máquina de archivar y de reflexionar sobre lo archivado; en especial, sobre el comportamiento de los demás. Él veía lo que nosotros, sus colegas de juegos artísticos, no llegábamos a captar. Escudriñaba el interior de una niña gitana, el de un joven obrero, el de una abuela respetable, el de una criada malhablada o el de tanta y tanta gente que pasaba por su lado.
En su adolescencia, la llamada de la vocación le lleva a matricularse –¡cómo no!– en la carrera de Historia del Arte y, durante estos años, “lee” a los clásicos y se empapa de toda su sabiduría.
Una vez completado su aprendizaje –tanto el académico como el existencial– era el momento de vomitar lo aprendido y lo vivido. Y aquí está la sorpresa: los cuadros de Jesús Amigo van mucho más allá de lo que entendemos con la palabra “retrato”. Porque Jesús reproduce, más que el cuerpo, el alma de la gente, de los espacios, de los paisajes y de las situaciones.
En su pintura, personajes cotidianos se convierten en héroes, héroes sin poderes sobrenaturales, sino más bien, espirituales. Y ahí están esas personas de la calle que, tras pasar por su pincel, se transforman en iconos. Jesús, con la habilidad de un psicólogo transpersonal, capta su interior y lo inmortaliza en su exterior: en sus rasgos, en sus expresiones, en sus actitudes y en su forma de estar en el mundo.
Sus personajes sonríen, pero no; posan, pero no; nos miran, pero, no; dejando de existir para el mundo real cuando son elegidos por el artista. Un artista total, que los encuadra en paisajes fantásticos, naturales o arquitectónicos, pero siempre únicos.
Si Jesús Amigo viviera en el Renacimiento italiano, sería, muy probablemente, un discípulo aventajado de Leonardo.