Libros // 'Las cosas como eran'. Esperanza Ortega
17 euros
296 páginas
Formato: 14 x 21 cm
Menoscuarto ediciones
'Las cosas como eran'. Esperanza Ortega
Apuntes biográficos de la poeta palentina
‘Las cosas como eran’ supone una continuación no seguidista de la labor de Esperanza Ortega (Palencia, 1953) como poeta. Difícilmente clasificable de caída, en este libro repiten el lenguaje, los temas y la particular sensibilidad de la autora. Cambia, sin embargo, la forma, lo cual, en literatura, equivale a prácticamente todo.
Ortega repasa y analiza, desde dos niveles: uno –inferior- memorialista y otro –superior- puramente literario, la vida disimulada de los objetos y la de las personas cercanas a ellos. Los objetos, normalmente cotidianos, vienen referidos, en su sentido más literal, en el propio título. Pero su poso de memoria llena de polvo los transforma en seres casi vitales.
Algunos apuntes biográficos a partir de los cuales, quizá, comprender mejor la figura de la autora, añaden interés curioso a sus seguidores.
En el marco de lo anecdótico, una temprana vocación religiosa y pronto contradicha o la sensación de mal olor que despertaba en ella la pila de agua bendita. La vida propia de las viviendas, “secreta y sinuosa, protagonizada por sombras que en las oscuridad adquirían peso y hacían ruido”. Los libros amontonados en doble fila en las estanterías.
Ahora que los especialistas en Educación andan preocupados porque a los alumnos les cuesta ir más allá de la literalidad de los textos y que, según parece, la responsabilidad efectiva de los padres va menguando, cobran valor confesiones del tipo: “La que me compraba los cuentos era mi madre y lo hacía para que me entretuviera leyéndolo, sin esperar gran cosa de ellos ni de mí. Mi padre, en cambio, si me regalaba un libro era porque había algo importante que quería decirme”.
También, cómo no, sale su Palencia natal envuelta en un franquismo neblinoso. Pero, sobre todo, el libro pone las cosas en su sitio gracias a un vuelo estilístico y de concepción que lo aleja de circunscripciones y lo acerca a la literatura a secas. Su universo, expresión trascendente del mundo, halla en la prosa un vehículo ¿comunicativo? perfectamente natural.
Gracias a la fijación que aportan el pasado y la literatura ‘Las cosas como eran’ terminan siendo las cosas como son.