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Música // Multipolaridad y vida interior, en la Oscyl

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CUÁNDO: 08/11/2011

Multipolaridad y vida interior, en la Oscyl

Programa variado y de contrastes en el tercer concierto de abono de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León

Los días 5 y 6 de noviembre hemos asistido en el Auditorio Miguel Delibes de Valladolid al tercer concierto de abono de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, que nos ha ofrecido un programa variado, de contrastes, como veremos a lo largo de la temporada: música contemporánea en la primera parte y una sinfonía de repertorio en la segunda. Contraste y confrontación, dialéctica entre la multipolaridad y la unipolaridad. Un lenguaje musical con el que Alejandro Posada parece sentirse a gusto.

La música es un lenguaje que se distingue por la abstracción de sus contenidos: sonidos sin otro contenido semántico que el que cada oyente puede sentir, más que pensar. Es un lenguaje que habla a la sensibilidad. Podemos encontrar pistas referidas a la intención del autor en aquellas piezas que poseen un título, como por ejemplo en el caso de la primera obra interpretada por la O.S.C. y L., Gerok (nosotros mismos)  de Isabel Urrutia.  Un ejercicio de búsquedas expresivas mediante el manejo de bloques sonoros, cuyos efectos se traducen en sonoridades de texturas diferentes.

Gerok, nosotros mismos, contempla la vida o la realidad como la confluencia de voces que, más  que dialogar, coinciden. Cada voz, cada sonoridad se manifiesta en su individualidad, a veces confluyente y armónica con los otros, aunque con frecuencia disonante, en un juego de falso diálogo, o sea, de simples voces que pugnan. No hay diálogo, pues, porque no existe una búsqueda consciente de respuesta y complementariedady, sin embargo, no hay disarmonía, como no la hay –o quizá sí- en una obra de Kandinsky, Mondrian, Oteiza, Picasso o Miró por ejemplo. Si no hay diálogo, no hay búsqueda de armonía universal. Un nosotros mismos (Gerok), unos individuos y una sociedad que se encuentran, pero no se buscan, se topan unos con otros. Individuos más que personas, más que seres sociales. Sonoridades producidaspor la confluencia de pequeñas ideas que pugnan, chocan, vuelven y se alejan, que confluyen en un juego de complementariedades de concordancia no prevista, espontánea y no siempre deseable. Es el triunfo de la individualidad, expresado en sonidos en lucha. Un ejercicio, como en tantos casos de la llamada música contemporánea, de búsqueda de alguna claridad entre la oscuridad de la desorientación de nuestro tiempo. Una claridad que no hemos alcanzado y no llega a través de esta búsqueda.

Podría ser Freud, el que nos salvara de este marasmo y nos ayudara a encontrar entre tanta individualidad nuestro inconsciente, individual y colectivo. El minimalismo de la segunda obra, el concierto para violín y orquesta de Philip Glass, podría interpretarse como una exploración en el interior de espíritu humano. Como si fueran mónadas leibnizianas, las partes musicales mínimas se enuncian, se vierten, se convierten y reconvierten, se toman y retoman, van y vienen en todas las direcciones en una especie de ostinato que expresa el caleidoscopio que conforma la realidad, el espíritu del ser humano, por ejemplo. Philip Glass nos propone unos juegos sonoros en cuyo discurso, el aire, al principio, se hace ligero y hasta la bruma se hace progresivamente ligera y se disipa. Nos sume en un sueño, nos enamora de la luz envueltos en discursos, pasos o besos, amaneceres y atardeceres, en un jardín de dulzuras plácidas. Las sonoridades son ahora sueño y cristal flotando sobre aguas mansas; sin vértigo, aunque en el vértice de la luz. Como si todos los sueños, todas las mónadas, apuntaran en la misma dirección y por ello fueran coherentes, nos despertamos del sueño envueltos en el ritmo provocado por constantes arpegios sonoros, como la combinación de los colores en el bosque, en un crescendo intenso que conduce a un despertar último. Un sueño, cuyo final nos permite pensar que, a pesar de su belleza yde su buena ejecución, podía haber sido más breve, porque la reiteración de lo mismo entrelazado de manera tan múltiple y plural no necesariamente enriquece, puede conducir a una sensación de monotonía.

En la segunda parte, Mendelssohn nos hace pensar en lo que aconteció a la reina María I de Escocia durante su difícil reinado. ¿Cómo se puede gobernar con unos meses de edad? Aquello que para una niña comenzaba en la capilla real del castillo de Stirling en 1543, acabó en una muerte trágica. Una capilla y un castillo que conoció Mendelssohn en ruinas, pero rodeado de un paisaje lleno de color y de naturaleza, que es lo que se siente al escuchar su tercera sinfonía. Quizá pensaba Mendelsohn en aquella infancia y juventud de la reina María de Escocia pasada en la corte francesa, donde fue mimada y tratada como la favorita. O quizá Mendelsohn nos regala los sentimientos que le producía verse admirado por la reina Victoria, de origen alemán y casada con un príncipe alemán, pero en cuyo reinado Inglaterra llegó a ser la primera potencia mundial. Sea lo que sea, da lo mismo, porque esta sinfonía produce sentimientos siempre positivos en el oyente, mientras la orquesta desgrana cada frase musical. Una interpretación en la que hemos visto una orquesta obediente a la batuta de un Alejandro Posada, que ha dirigido concentrado y a gusto.

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